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domingo, 5 de febrero de 2012

Aquel encuentro



 
Antes estuvo allí, no sabía cuando ni de que manera, pero algo muy dentro de ella le gritaba que aquél lugar estaba marcado por un recuerdo muy especial.
Con los ojos muy abiertos recorrió en un instante la distancia que le separaba de él. Era como si midiera el espacio, como si reconociera en cada cosa, algo que ya había visto. Parecían contar los pasos que daban lentamente para encontrarse, eran apenas unos escasos metros, tres tal vez y sin embargo, a ella le pareció que transcurría una eternidad.
Al fin se tocaron, fue un abrazo intenso, los brazos de él la atraían con suave firmeza, los de ella rodearon apenas su espalda, podría decirse que aquel abrazo fue fugaz, pero ella tenía la seguridad de que en ambos había dejado una huella.
No se habían mirado fijamente, los ojos de los dos escapaban de ahondar ¿De que color eran sus ojos? ¿Verdes o azules? ¿Acaso negros o tal vez grises? No lo sabía, ella en sus sueños los había perseguido, pero sin atreverse a definirlos, solo la luz que imaginaba que irradiaban bastaba a su fantasía para agigantarse.
Se miraron al fin, un poco cortado él, ella demasiado tranquila en apariencia, solo su corazón sabía la manera desenfrenada de sus latidos y las miles de luciérnagas que como aguijones pugnaban por salir a la superficie de su piel, delatando su emoción.
La primera mirada fue por parte de ella un parpadeo, un balbucir mas que decir palabras amables sobre el encuentro, ella no veía nada, no escuchaba nada, no entendía nada, su mente era un hervidero de ideas confusas, por primera vez su cuerpo formaba con  su espíritu un escenario donde danzaba la ilusión, un indefinible y espectacular vals, ella se sentía fascinada, le atraía la experiencia de dejarse llevar y como una mariposa seguir el compás y atrapar entre sus alas la magia de aquel encuentro.
La plática era aparentemente normal, pero sin duda los dos hubieran deseado trocar las palabras simples por otras frases que les llevaran a descifrar el enigma de sus mundos.
Aquel encuentro fue la llave que abrió una senda por la que transcurre la vida de dos seres que pudieron haberse encontrado mucho antes y sin embargo cada uno de ellos marcó un ciclo de vida diferente, en todo ese tiempo, cada uno vivió como tal vez estaba escrito por quien sabe quien, ¿Destino? No lo se, lo único verdaderamente cierto es que el tiempo aunque no pueda recuperarse, puede no obstante reinventarse, edificar en base al presente la mejor manera para hacer del hoy, algo menos vegetativo y mas gratificante.
No somos dueños del tiempo, no poseemos la clave de la eternidad, la vida es por consiguiente una efímera etapa que si no defendemos el derecho de vivirla a plenitud, habremos pasado por el mundo siendo la sombra de lo que verdaderamente queremos ser, sería lamentable que por miedos estériles y estúpidos, dejásemos pasar por nuestro lado la oportunidad de vivir una aventura que nos estremezca y nos haga sentir, que vivir es algo mas que respirar, mas que absorber oxígeno y movernos simplemente como un robot.
Los caminos de la vida son a veces caprichosos y propician en su vaivén, el encuentro con alguien a quien inexplicablemente, siempre se ha esperado.
La vida puede ser un perenne desencuentro, un peregrinar por donde vienen y van experiencias que habitan en un limbo, en el cual es posible que habiten eternamente si no se posee suficiente valor para enfrentar a ese juez temido que muchos llaman destino y que cual espada de Damocles, se balacea sobre cada uno.
Traspasar los límites de la “sensatez”, “infringir” las leyes de una moral fingida y acomodaticia, tal vez sean “pecados” muy humanos y por tanto muy perdonables.
Vivir eternamente deseando hacer algo que no dañe a terceros y quedarse con las ganas, eso si es posible que sea, además de un gran error, un enorme pecado.
Atrévete a vivir antes de que te sorprenda el final y ni siquiera llegues a darte cuenta de que ya no existes.

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¡Brindis!

Esta es la mejor cosecha, el brindis exquisito de las letras.