Belleza y
juventud son dos circunstancias anheladas a las que muchos no quisieran
renunciar, hasta el extremo de buscar paliativos no siempre sanos tanto para el
cuerpo, como para la estabilidad emocional.
Si todos
pudiéramos asimilar que ambos conceptos tienen un carácter tan transitorio como
la vida misma, posiblemente, estaríamos capacitados para vivir de una manera
más acorde con lo que son las leyes de una naturaleza establecida que aunque no
siempre nos agrade, estemos o no de acuerdo con esos preceptos, son ellos los
que nos rigen.
Ojalá nos
fuese dada la capacidad de entender que es más importante sentirnos bien con
nosotros mismos no por lo que proyectamos físicamente, sino por lo que somos
interiormente, tendríamos un mejor mundo, viviríamos una vida más en
consonancia con el propósito de ser seres con entendimiento razonable, cuyo
propósito no es simplemente mirarse al espejo y buscar en él satisfacer la
vanidad.