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viernes, 27 de enero de 2012

Adiós a Perejil


  

A veces se hace tarde para un homenaje, por una u otra razón, desidia, ingratitud, falta de tiempo, no siempre se rinde el debido reconocimiento a quien ha sido un agente difusor de su pueblo y ha levantado la bandera de su tierra.

Sin embargo no importa que se haya marchado antes de recibir el homenaje, su galardón de Hijo Predilecto se lo lleva consigo, porque se lo ganó a puro coraje y porque su gente así lo reconoce.

La saeta y el flamenco lloran la partida de un hombre en cuya voz corrieron la gran bohemia, bajo el tímido sol bordeado de invierno de este viernes, ha partido “El Perejil”, el onubense oriundo de un pueblo con aroma de licor, el mítico hijo de Manzanilla, cuasi galardonado por su Ayuntamiento, que humilde el cantaor que quiso despedirse antes del homenaje.

José María Blanco, (Pepe), era su nombre, había nacido en 1945 y fue un aguerrido vencedor de certámenes, así inició su camino por el cante, obteniendo en 1970, un premio que le llevó a grabar “Flamenco 70”, su primer disco.

Sus cuerdas vocales desde entonces cantaron con furia, con decisión, con arrojo, era el predilecto de los contertulios de “El Quitapesares”, la taberna de Santa Catalina y de otros lugares en los que su voz era aplaudida.

Cantó flamenco, saetas, fandango, sevillanas y villancicos, dejando además recogidos en un libro, parte de su gran repertorio de anécdotas “Ocurrencias de Pepe Perejil”.

El auténtico “Pata Negra”, sevillano por contagio, el “Hijo Predilecto” de Manzanilla, nos dice adiós en un día que pasará a la historia de ese arte popular e inolvidable, su nombre siempre será recordado en sus tabernas, en la calle, en esa bohemia cutre donde se encuentran siempre esos personajes pintorescos que inventan la historia de los pueblos, una historia más original, sincera y auténtica que la coloquial y elitista que se suscita en los grandes salones de la alta sociedad.

De pie, con una sonrisa y una plegaria por aquello de que la oración es un bálsamo que limpia el espíritu, digo adiós a Perejil, quien desde otra dimensión vislumbrará su casa de la calle Álvarez Quintero y desde los alrededores de su Quitapesares, rondará invisible y de vez en cuando, sin saber de donde, ni como, su voz hará que mas de uno, pronuncie su nombre.

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¡Brindis!

Esta es la mejor cosecha, el brindis exquisito de las letras.